Publicado en Tendencias del mercado
La evolución de las propiedades de golf en España
Descubre cómo las propiedades de golf en España evolucionan hacia hogares exclusivos, personalizados y de diseño, centrados en estilo de vida, privacidad y conexión con el entorno
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Durante décadas, las propiedades de golf en España siguieron una fórmula conocida: grandes urbanizaciones con hileras de viviendas casi idénticas bordeando las calles de los campos, pensadas más por su proximidad al deporte que por la arquitectura o el estilo de vida. Los compradores, centrados a menudo en jugar todo el golf posible, buscaban comodidad, mientras que los promotores priorizaban el volumen.
Hoy, el mercado ha cambiado de forma drástica. Tal y como explica Paloma Pérez Bravo, CEO Residential en Lucas Fox, las expectativas de los compradores han pasado de la uniformidad a poner el foco en el estilo de vida, la arquitectura y una conexión más profunda con el entorno. “La nueva generación de propiedades de golf son a menudo refugios familiares; los propietarios buscan pasar más tiempo en ellas —a veces varios meses al año— y quieren que se sientan privadas y personales”. El perfil de los compradores también se ha ampliado, con cada vez más mujeres en el centro de la toma de decisiones. Bienestar, privacidad y un diseño que dialogue con el lugar se han convertido en elementos irrenunciables.
Las viviendas firmadas por arquitectos marcan cada vez más esta transformación. The Trilogy, en La Moraleja, un proyecto de Fran Silvestre, es un ejemplo llamativo. Con vistas al lago del campo de golf Royal La Moraleja, las tres propiedades se conciben casi como esculturas, con volúmenes geométricos que enmarcan las vistas a pinos, cipreses y olivos. Los materiales locales —piedra, fresno y latón— evocan el paisaje que las rodea, creando lo que Silvestre describe como una sensación de calma, protección y recogimiento. Un nivel de diseño que contrasta con las propiedades “prefabricadas” del pasado.
Como apunta Pérez Bravo, la filosofía se ha dado la vuelta. Antes, los promotores construían lo que ellos querían, y los principales argumentos de venta eran la ubicación y el valor del activo. Los compradores apenas podían elegir acabados, pero rara vez influían en el diseño. Hoy, la personalización y la co-creación son esenciales. Los compradores quieren participar desde fases tempranas, moldeando la vivienda en función de su estilo de vida y valores.
Los propios campos de golf han seguido este mismo camino. Donde antes primaba la máxima capacidad, hoy se busca respetar el entorno y crear paisajes donde la flora y la fauna prosperen entre hoyos. Los campos son más creativos, menos uniformes y responden mejor al carácter de cada región. Esta tendencia se expande más allá de los destinos premium consolidados hacia zonas emergentes como Cádiz, Granada o Murcia, donde los compradores invierten en el rango de 2 a 5 millones de euros. Mientras tanto, el mercado de 5 a 10 millones sigue muy activo, especialmente en enclaves prime como Sotogrande, Finca Cortesín y La Moraleja.
El perfil de comprador también se diversifica. Padres que adquieren viviendas para sus hijos de la Generación Z, jóvenes emprendedores tecnológicos que buscan su propio refugio moderno. Y los compradores internacionales, especialmente de Latinoamérica, aportan otra capa de demanda. “No quieren lo que ya tienen en Miami”, señala Pérez Bravo. “Buscan algo enraizado en su entorno, algo clásicamente madrileño”. Ese deseo de autenticidad se refleja en el auge del “soft modernism”: un lenguaje arquitectónico que combina líneas modernas con calidez, tactilidad y sensibilidad al contexto, y que poco a poco sustituye al minimalismo más estricto.
De las promociones masivas del pasado a los refugios a medida y con diseño de autor de hoy, las propiedades de golf en España han vivido una transformación notable. La atención ya no está solo en el juego, sino en crear hogares arraigados en su entorno, reflejo de la identidad personal y adaptados a un estilo de vida más integral. Para el comprador actual, no se trata únicamente de tener una casa junto a un campo de golf, sino de poseer un hogar que ofrezca cultura, pertenencia y un verdadero sentido de lugar.