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Donde veranean los que saben: la España rural, en su mejor momento
Descubre los mejores destinos de verano en la España rural y de montaña. De La Cerdanya a Galicia, explora rincones poco conocidos, gastronomía local y por qué el interior es la mejor alternativa a la costa.
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Mientras las playas se llenan y el calor aprieta, un movimiento más silencioso está en marcha. No hacia la costa, sino hacia el interior. Cada vez más personas, bien informadas y con ojo para los detalles, eligen las montañas y los valles del norte de España para pasar el verano. Aire fresco, privacidad, ritmo pausado: la fórmula perfecta para quienes buscan algo más que sol y arena.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el turismo rural en zonas de montaña creció un 15 % en 2024, con especial fuerza en los Pirineos y el noroeste del país. Y no es casualidad. Menos calor, más naturaleza, y un estilo de vida que valora el tiempo y la autenticidad por encima de las modas.
La Cerdanya – Aire limpio, cielos abiertos
Ubicada en los Pirineos catalanes, cerca de la frontera con Francia, La Cerdanya ha sido durante años el refugio de fin de semana de muchas familias barcelonesas. Pero en los últimos veranos, la estancia se alarga. Buena conexión por carretera y tren, paisajes amplios, senderos entre pinares, rutas en bici y un microclima envidiable —días soleados y noches frescas— hacen que cada vez más personas elijan quedarse.
Para comer, Das 1219 ofrece cocina catalana contemporánea en una casa de piedra restaurada, mientras que La Formatgeria de Llívia parte tienda, parte restaurante informal, sirve excelentes tablas de quesos y platos de temporada. Es el tipo de lugar donde los habituales llegan con botas de montaña y se quedan toda la tarde.
Garrotxa – Donde el bosque marca el paso
Un poco más al este, la Garrotxa ofrece un paisaje más denso, más verde, más íntimo. Conocida por su parque natural de origen volcánico y sus hayedos profundos, es una comarca donde el tiempo parece ir más lento. Pueblos como Santa Pau y Besalú combinan la belleza medieval con una vida rural renovada, y atraen a quienes buscan calma, carácter y una conexión real con el entorno.
El atractivo principal es el paisaje: senderismo por cráteres, paseos a caballo, baños en pozas escondidas o salidas al bosque para recolectar setas. Pero la cocina también destaca. Les Cols con dos estrellas Michelin, interpreta la tradición catalana con sensibilidad contemporánea, en un entorno arquitectónico que ya justifica la visita. Para una experiencia más cercana y sin pretensiones, Cal Enric, abierto desde 1931, sigue llenando su comedor con clientes fieles y cocina generosa.
Andorra – Verano de altura
Un poco más al norte, Andorra está redefiniendo su papel en el mapa estacional. De país de esquí y compras a destino de naturaleza consciente, wellness y sostenibilidad. En verano, los senderos de montaña, los lagos glaciares y los nuevos proyectos de rewilding atraen a viajeros que buscan aire puro sin masificación.
Hay una nueva energía en marcha, que mezcla bienestar con gastronomía local reinventada. En Ibaya,(una estrella Michelin), en Soldeu, los sabores de montaña se refinan sin perder raíces. Y para algo más clásico, Borda Estevet en Andorra la Vella, es uno de esos lugares de toda la vida: paredes de piedra, chimenea encendida incluso en julio, carne a la brasa y sobremesas largas entre amigos.
Galicia – Ríos fríos, sombras largas y tiempo sin prisa
IEl interior de Galicia, especialmente las provincias de Lugo y Ourense, ofrece otra forma de veranear. Aquí no hay ruido ni prisa. Hay niebla matinal, campos verdes hasta donde alcanza la vista, libros bajo los castaños y baños en ríos helados. Aunque la costa gallega recibe cada vez más atención, el corazón rural de la comunidad sigue siendo un secreto bien guardado.
Muchos gallegos que vuelven a sus raíces y familias de Madrid están restaurando antiguas casas de piedra o fincas rodeadas de bosque. El clima, la autenticidad y la conexión con la tierra son los grandes atractivos. En O Balado, un viejo molino transformado en restaurante cerca de Santiago, una joven pareja ofrece una cocina gallega contemporánea y sin artificios
¿Por qué este cambio?
Porque no es solo una moda pasajera. Es una nueva forma de entender el verano. El exceso de calor, de gente y de estímulos ha hecho que muchas zonas costeras pierdan encanto en plena temporada. El campo y la montaña, en cambio, ofrecen algo más escaso: equilibrio. Días con espacio, noches que refrescan, comidas que se alargan sin mirar el reloj.